Trumpocalipsis. Es tiempo de una revelación

En sentido estricto apocalipsis significa revelación, aunque su acepción más aceptada y utilizada tiene más que ver con el fin de las mismas, y de todo. Quizá con el nuevo presidente del imperio nos encontremos ante un dilema parecido. Todo es imprevisible con el magnate anaranjado Trump. Todo es posible. Hasta una revelación.

En un contexto de caos climático que no va sino a incrementarse, el constructor y presidente ha prometido bajar los impuestos, aumentar gasto y obra pública y por supuesto seguir con la locura del Fracking.

Annual global air temperature at a height of two metres (left axis) and estimated change from the beginning of the industrial era (right axis)

Puede ser un ejemplo tan nefasto que en una legislatura es perfectamente capaz de servir de revelación a la inversa. De ejemplo de hacia dónde es peligroso ir. Y los polos, lugares que deberían ser santuarios viendo los terribles datos de la banquisa y el aumento de las temperaturas año tras año, es precisamente donde van a ir. El “Agente Naranja” y Rex Tillersen, flamante secretario de estado y uno de los petroleros más poderosos del mundo, no quieren dejar escapar las últimas gotas de crudo en el Ártico, aprovechando el deshielo. Probablemente vayan hasta cogidos de la mano de Putin y Gazprom. Algunas zonas del Ártico cercanas al Polo Norte se encuentran con temperaturas medias que rondan los cero grados, cuando lo habitual para esta época del año es alrededor de los 20ºC bajo cero. Y en la Antártida la situación es igualmente catastrófica, sobre todo porque se ha roto una tendencia. 2016 ha marcado un punto de inflexión de consecuencias imprevisibles.

Air temperature at a height of two metres for 2016, shown relative to its 1981-2010 average

Los temores ante la irrupción de Donald Trump son más que lógicos. Pero Trump es el grano, el síntoma. La enfermedad está en lo más profundo de nosotros mismos y se llama indiferencia. Desde la actitud hipócrita, siendo suave, de la UE con los “sin refugio” -me niego a usar neolengua siempre que sea posible- pasando por el Brexit y el ascenso de los eco-fascismos en Occidente. Todo son señales de un cambio de tendencia que es imparable. Aunque no irreversible. Bush precedió a Clinton, éste a Bush Jr, luego vino Obama y ahora llega Trump. La secuencia permite pensar que al menos el siguiente será muy diferente, quizá alguien como Bernie Sanders, si la revelación a la inversa que provoca el gobierno actual es la correcta. A veces hay que tocar fondo para coger impulso.
Hay una pregunta que me hago y aún no obtengo una respuesta clara ¿aciertan esas tendencias políticas al acelerar el proceso de desglobalización, que inevitablemente vamos a vivir a medida que la crisis de la energía neta disponible disminuya el comercio y el transporte?

Es decir, es peor el proteccionismo que la globalización salvaje que el neoliberalismo ha abanderado? No lo sé, pero quizá en esa tendencia aislacionista se pueda romper con estructuras que están hechas para someter a los pueblos: FMI, Banco Mundial, etc… y de ahí pueda salir una tendencia hacia la glocalización: El concepto procede del término japonés “dochakuka” (derivada de dochak “el que vive en su propia tierra”). Pero para eso no podemos esperar que lo hagan desde las cumbres. Lo tenemos que hacer desde abajo.

Por eso mi gran duda es si este periodo traumático que vamos a vivir nos servirá para retomar un rumbo más coherente con el planeta que habitamos acercándonos a un municipalismo transformador, que ponga en el centro el ecologismo con una mirada feminista. O por el contrario estamos ante la estocada final a una humanidad que está desaprovechando todos los recursos que posee, entre ellos el más valioso con el que cuenta. El tiempo. De nosotras depende.

 

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