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Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Nuestro modelo de civilización basada en el crecimiento llega a su fin. Y el nuevo modelo, compatible con los límites de la Tierra, no está aún listo. Más que nunca, el activismo necesario para afrontar esta época crucial para el planeta y la humanidad exige realismo, madurez y serenidad. Establecer un modelo de reconciliación con el planeta y con nuestra mortalidad, explorando visiones escatológicas, puede ayudarnos en ello.

Monos insensatos

Somos unos simios contemplando en primera fila el colapso de nuestra civilización. Al borde del abismo y dispuestos a dar el paso. Monos incautos, caprichosos, déspotas, destrozones…

Imagen: Joao Tzanno, Unsplash.

Todo se desmorona. La Covid-19 es una bonita primera pieza de dominó. A menos que demos un golpe de timón que vire 180 grados el rumbo de nuestra acomodada sociedad, seremos testigos y víctimas de una sucesión de catástrofes que en los próximos años irán estrechando poco a poco nuestra zona de confort vital: escasa comida y bebida, techo endeble, inseguridad creciente…

Imagen: Denys Argyriou, Unsplash.

Nos ha tocado vivir el mayor cataclismo de la historia de la humanidad. Y a la mayoría de occidentales les pilla aislados en su vivienda, distraídos con imágenes emitidas por todo tipo de pantallas o, peor aún, atrapados en el Engendro, atenazados por la precariedad laboral y la ausencia de perspectivas. Sin esperanza.

Reconciliarse para atravesar mejor el desmoronamiento

El colapso que se avecina provoca intensas emociones: miedo, cólera, impotencia, tristeza…

Imagen: Sergio Rodríguez – Portugués del Olmo, Unsplash.

Metabolizar esas emociones y evitar que nos suman en la parálisis es el gran reto de nuestra generación. Para ello es útil el modelo de las 4 Rs (Reconciliación, Resiliencia, Restauración y Recuperación) preconizado por Jem Bendell en su Agenda para la Adaptación Profunda. De las 4 Rs la más crucial sin duda es la Reconciliación. Reconciliarse con la propia mortalidad es una condición indispensable para llegar a desempeñar un papel útil durante el fin de nuestro mundo.

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Imagen: Jack B. y Luke Southern, Unsplash.

No queda más remedio que adentrarse en una noche oscura del alma y hacer las paces con nuestro terror a la muerte, que está en la base de nuestra ansiedad existencial. Es necesario establecer un modelo de reconciliación con el mundo y con nosotras mismas. Pero antes hay que plantear un par de preguntas.

¿Qué hacer? ¿Qué ser?

Estamos en el umbral de una nueva página de la historia de la humanidad y del planeta. No es imposible que el ser humano acabe extinguiéndose antes del final de este siglo. En el escenario más catastrófico es incluso posible que desaparezca la vida del planeta.

Imagen: Markus Spiske, Unsplash.

Ante esta tesitura cabe preguntarse cuál es la actitud que hay que adoptar. Algunos viven en la negación, otros en el hopium (neologismo anglosajón que combina opio y esperanza), otros comen y beben sabiendo que mañana morirán (Carpe Diem), otros reciclan, montan en bicicleta y renuncian a la carne, otros dedican su vida al activismo. Otros (Extinction Rebellion) están incluso dispuestos a sacrificar su libertad por la causa. Los más heroicos llegan a dar sus vidas en la defensa de los ecosistemas…

Imagen: Markus Spiske, Unsplash.

Ese amplio espectro de actitudes depende de cómo veamos el mundo. En ese sentido, sugiero leer el lúcido texto “Y tú qué vas a hacer de Esther Molina, mi amiga y compañera de RedT,  en el que menciona los tres escenarios que propone Joanna Macy.

¿Qué hacer? Ego y Activismo

La perspectiva es tan brutal que muchos días es fácil caer en el desánimo. Al fin y al cabo, sabemos que la entropía, segunda ley de la termodinámica, nos lleva de modo irreversible al caos y a la desintegración. Luchar contra ella puede parecer un empeño quijotesco, inútil, fútil. Hagamos lo que hagamos, la humanidad desaparecerá un día de la Tierra. Y luego se extinguirá toda la Vida. Y el Sol explotará y el Universo acabará siendo un lugar oscuro y silencioso. Hagamos lo que hagamos.

Y pese a ello, son muchos los que muestran su entrega y abnegación y dedican su vida a todo tipo de causas. Desde el oso de los Pirineos hasta los corales de Samoa. Y su vida es eso. Propulsados por una vocación de entrega, de implicación.

Imagen: Jeremy Perkins, Unsplash.

Pero algunos caen en el error de olvidar revisar con cierta frecuencia la intención que motiva ese activismo. En un reciente webinar sobre el ego de los activistas Charles Eisenstein hace una pregunta que se experimenta como la punta de una flecha bien afilada clavada de lleno en tu más hondo y personal trauma: ¿Serías capaz de sacrificar tu notoriedad, tu protagonismo en el esfuerzo de evitar que el planeta se vaya al garete? El único activismo posible debe brotar de un intenso amor a la Tierra y no de la satisfacción imposible de los traumas y carencias de tu temprana adolescencia.

¿Qué ser? Polvo estelar

Por ello, quizás la respuesta no esté tanto en Qué HACER sino más bien en Qué SER. Eso presupone que asumamos que somos polvo estelar; que no es que estemos en el Universo, sino que somos el Universo; que la Naturaleza no es algo que esté ahí afuera esperando que la explotemos, sino que la Naturaleza está dentro de nosotros, es nosotros.

Imagen: Hillie Chan, Unsplash.

¿Qué ser? Un tubo

Alan Watts sostenía en El Libro (The Book: On the Taboo Against Knowing Who You Are) que una manera de ver la realidad puede llevarte a creer que todo organismo es esencialmente un tubo. Uno de sus extremos sirve para introducir nutrientes y el otro para expulsar residuos. Inputs y Outputs.

Imagen: Freepik.

Desde la más humilde lombriz al excelso simio que somos, ese tubo es la esencia de nuestra interacción con la Tierra. La evolución ha ido agregando al tubo distintas funciones (ojos, oídos, manos, cerebros) que mejoran la eficiencia transformadora del tubo, pero básicamente seguimos siendo un tubo.

Lo que nos diferencia del resto de los seres vivos es que nosotros podemos elegir qué consumimos y cómo nos deshacemos de nuestros residuos. Me viene en mente aquí uno de los Cinco Entrenamientos hacia la plena consciencia que propone el maestro Zen Thich Nhat Hanh: practicar la visión profunda en nuestra forma de utilizar los cuatro tipos de consumo: alimentos, impresiones sensoriales, volición y conciencia.

La civilización es un tubo

Lo que se aplica a un individuo, es también relevante para una civilización. Por un extremo del tubo de nuestra sociedad extraemos recursos de la naturaleza (madera, petróleo, minerales…) y por el otro extremo expulsamos residuos (CO2, micro-plásticos, …).

Imagen: Julia Joppien, Unsplash.

Tanto en el plano individual como en el colectivo es fundamental que la extracción de recursos y la expulsión de residuos se haga de forma compatible con los límites naturales. Y eso no es así, como sabemos ya desde el informe Limits to Growth del Club de Roma (1972) que nos advertía que nuestro modelo de crecimiento continuo nos lleva de cabeza al abismo.

Somos tubos en forma de simios

Sabemos muy bien qué somos, pero lo olvidamos continuamente. Somos un simio que se vio forzado a abandonar el bosque hace al menos unos cuatro millones de años y comenzó a adaptarse a la vida en la sabana en pequeños grupos, dando origen a la cultura. Por alguna razón ese simio se puso de pie y comenzó a usar sus manos, dando origen a la tecnología. Y su cerebro pasó en poco tiempo de 500 cm3 a 1500 cm3. Y, como dice Charles Eisenstein en The Ascent of Humanity, debido al desarrollo de la cultura y la tecnología ese simio comenzó a separarse de la naturaleza de la que había surgido.

Imagen: David Monje, Unsplash.

Esa separación se aceleró brutalmente hace 10.000 años cuando el simio pasó de cazador-recolector nómada a ganadero-agricultor sedentario. Y la brecha con la naturaleza se hizo infranqueable hace unos 250 años cuando descubrimos la bestial capacidad de transformación que ofrecían los combustibles fósiles.

Somos muchos tubos

Hoy los humanos somos más de 7.500 millones de tubos. En términos absolutos, seguramente somos demasiados y el hábitat que ocupamos se lo quitamos a otras especies animales y vegetales. En un estudio sobre biomasa de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU se expone que los humanos somos ya el 36% de la biomasa de todos los mamíferos y el ganado que nos alimenta ocupa el 60% del total, lo que deja reducida la biomasa del resto de los mamíferos salvajes a un 4%.

Sí, somos muchos y nuestra capacidad de extracción y de contaminación supera ampliamente la capacidad de carga del planeta.

Imagen: Ant Rozetsky, Unsplash.

Sin embargo, no todos tenemos el mismo impacto. Sabemos que unos pocos millones en el mundo “desarrollado” depredan y ensucian más que los otros 7.000 millones, que a lo sumo calientan sus alubias y su arroz quemando ramas y troncos arrancados de la agonizante jungla que les trajo al mundo.

Y sin embargo, el “progreso” de nuestras sociedades desde los años 60 no ha mejorado la satisfacción vital de la mayoría de los habitantes del mundo rico. Viendo el otro día la película El gendarme de Saint-Tropez de Louis de Funès anhelo la calidad de vida de aquellos años sin teléfonos móviles ni compras online.

Visiones escatológicas: lo sagrado y lo profano

La escatología es la disciplina/ciencia/rama del saber que estudia el destino final del individuo y el universo, así como estudia al ser humano después de la muerte.  La escatología fue uno de los temas centrales de la teología medieval, coincidiendo con otra de las grandes pandemias históricas (la peste bubónica).

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Imagen: Michael Schaffler, Unsplash.

Por otro lado, curiosamente, el término escatología tiene una segunda acepción como acto de analizar excrementos (heces). En su libro Confessions of a Recovering Environmentalist, el ex-activista Paul Kingsnorth esgrime que el váter moderno en el que a diario malgastamos litros y litros de agua limpia y perfectamente potable es la metáfora de todo lo que va mal en nuestra civilización.

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Imagen: Gabor Monori, Unsplash.

Con el váter uno se quita cómodamente de encima sus excrementos y se olvida de a donde van a parar. Igual que uno no se preocupa del origen de los alimentos que tus intestinos han transformado, tampoco interesa saber qué pasa con esos residuos.

Para Kingsnorth compostar los excrementos es la nueva metáfora: de una sociedad lineal separada de la naturaleza a una sociedad cíclica en la que los procesos naturales reconvierten el excremento en nutriente. El tubo circular.

Uroboros Imagen: Wikipedia.

Visiones escatológicas: lo inefable y lo insondable

En septiembre de 2019 ahondé en la experiencia de la muerte en un retiro sobre ritos de paso para vivir y para morir. Los maravillosos Diana y Xavi de Transalquimia fueron los cálidos anfitriones de un seminario con Meredith Little. Allí comencé a experimentar que los ciclos de la tierra son el cauce que nos mece desde la cuna al hoyo; el tacto de las hojas, el perfume del humus, el sonido del arroyo, el calor de las piedras del bosque. Esa fue una entrada en materia que precedió a un retiro con Jem Bendell y Katie Carr sobre Deep Adaptation. Profundo. Y de ahí pasé a una convalecencia causada por una afección pulmonar. Durante la cual comenzó el final de la vida de mi madre. La Muerte con M.

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Imagen: Leonardo Yip, Unsplash.

Reconciliarse con la Muerte

Sabemos poco sobre la Muerte. Y, sin embargo, la literatura sobre la muerte es extensa e intensa. El Rechazo de la muerte (The Denial of Death) de Ernest Becker es una buena guía para adentrase en la noche oscura y comprender los mecanismos que usamos para controlar nuestro terror ante la muerte (Terror Management Theory). En ese libro, Becker plantea – entre muchas otras impresiones sobre la muerte – cómo conciliar la dualidad del ser humano: por un lado, somos seres exquisitos, capaces de crear poesía, de dar la vida por amor, de comprender los misterios del universo.

Imagen: Anton Darius, Unsplash.

Pero por otro lado somos animales, fisiológicamente indistinguibles de otros mamíferos, sometidos a las mismas leyes de supervivencia. Becker resume esta dualidad de forma brutal: Somos dioses con ano. Dioses que defecan. Dioses-gusano.

¿Esperanza en la desesperanza? Un modelo de (re)conciliación

La esperanza, si hay alguna, es que un número creciente de nosotros desea volver al bosque que abandonamos hace unos 4 millones de años. Que desea volver a convivir en grupos de no más de 150 personas, lo que corresponde, según escribe Robin Dunbar en Grooming, gossip and the origin of language, al tamaño “natural” del grupo humano. Que percibe la naturaleza como algo sagrado, que suscita respeto, conexión y amor. La experiencia del movimiento de Transición, que acoge esta necesidad de reconectar con un modo de vida más sencillo desde el ámbito personal (transición interior) hasta la reconstrucción de la resiliencia de las comunidades, puede facilitar ese retorno. Porque hablamos de un retorno, no de una huida.

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

Imagen: Unsplash.

Hay mucho por hacer para restablecer el equilibrio que comenzamos a perturbar cuando golpeamos por primera vez con una piedra sobre un fémur de un rumiante muerto para sorber su médula. Y quizás lo primero y más importante para ello sea aceptar las reglas y los limites inexorables de la vida en este planeta. Con un poco de tecnología para atenuar la dureza de esa realidad, pero sin olvidar nuestro origen tubular ni nuestro horizonte escatológico. Pasar frío cuando hace frio; pasar hambre cuando no hay alimentos; morir mucho antes de la vejez. Esa es la Esperanza.

Visiones escatológicas: un modelo de reconciliación

¿Tumba o cuna? Imagen: Camila Jacques, Unsplash.

¿Y tú qué vas a hacer? Pasa a la acción después de la pandemia

¿Y tú qué vas a hacer? Pasa a la acción después de la pandemia

Se va acercando ese momento apodado como “post Covid-19”. Hay pronósticos de todo tipo. ¿Qué papel jugamos en esto? Esther Molina, miembro de la Red de Transición, comparte con nosotras su sentir al respecto y nos lanza la pregunta, tan urgente como necesaria: ¿Y tú, qué vas a hacer? Y también nos avanza su respuesta, igualmente urgente y necesaria: Pasa a la acción después de la pandemia.

Profecías anunciadas… ¿e interesadas?

Seguro que las has visto. Quizá te hayan hecho estremecer y entristecerte. Quizá las hayas promovido y hasta secundado. ¿Sabes de lo que hablo? Estos días, quizá más que nunca en los últimos tiempos, nos estamos atreviendo a hacer pronósticos de qué va a pasar cuando termine todo esto, la película de ciencia ficción de la que estamos formando parte.

Imagen: Manuel Meurisse, Unsplash.

Un conocido filósofo de por allí dice que todo será un estado de guerra permanente; un reputado periodista de por allá tiene clarísimo que nos recortarán derechos y nada volverá a ser igual; un colega escribe en facebook cómo cree que será la “nueva normalidad” y anima a otras personas a añadir puntos a esa lista…

Lo que más me interesa de esos ejercicios es el modo en que están escritos. Fíjate, todos ellos utilizan formas que condicionan fuertemente: “esto será así” y punto. Son afirmaciones categóricas que no permiten dudar de ellas. O, al menos, que no invitan a ello…

Muchas personas hablan del futuro como si solo existiera uno posible, el que ellas han imaginado. ¿Por qué lo expresan de un modo tan taxativo? ¿Por qué muchas dan por hecho esas realidades?

Profecías autocumplidas e indefensión aprendida

Nos reímos de los supuestos pitonisos que dicen ver el futuro en bolas de cristal, pero asentimos sin dudar ante ciertas “profecías”. Predicciones que, si seguimos alimentando con nuestros ojos, oídos y apatía, acabarán cumpliéndose.

Lo que más me asusta de ellas es que no hay lugar apenas, o se presenta como muy pequeño y limitado, para la capacidad de acción y cambio de personas y colectivos. Se da por hecho que estamos en manos de unos pocos poderosos y que ya nada podemos hacer.

Imagen: Dmitry-Ratushny, Unsplash.

Y lo peor, es que lo acabamos creyendo. Que, total, ¿qué impacto puedo tener yo, sin apenas dinero ni influencia, en todo esto? “Seguro que nada”, nos decimos. Y ahí empieza la tragedia. Nos lo creemos y damos un paso atrás, nos victimizamos y dejamos que sean otras personas las que decidan. Acallamos nuestra preciosa y valiosísima voz. Y de la imaginación ya ni hablemos, eso es de utópicos hippies, ¿verdad?

Nuestro ego se siente comodísimo cuando contempla esas premoniciones apocalípticas. Le encanta el drama, y más aún ser protagonista del fin del mundo. “Ay, pobre de mí, viviendo este momento histórico, no puedo hacer nada”. Y ¡zas! Caíste en la trampa.

Tres escenarios

El mundo es mucho más complejo de lo que una persona pueda percibir a través de sus vivencias, y la historia que nos contamos acaba influyendo en nuestro actuar y el entorno.

En el magnífico libro Esperanza activa: cómo afrontar el desastre mundial sin volvernos locos, Joanna Macy y Chris Johnstone apuntan a tres actitudes principales que se dan entre las sociedades y las personas que forman parte de ellas, al mirar hacia los problemas que afrontamos y los posibles escenarios futuros. Doy una pincelada de cada una a continuación.

Eso no va conmigo

Imagen: Teymur Mirzazade, Unsplash.

Podemos actuar como si nada hubiera ocurrido, o por lo menos como si esto no fuera con nosotras, creyendo que podemos “progresar”, en un “todo como de costumbre” (business as usual). Frecuentemente fruto del miedo o de la impotencia, o de la falta de información, seguiríamos con nuestro antiguo estilo de vida, obviando el impacto que tiene a tantos niveles.

No hay nada que hacer

Imagen: Crawford Jolly, Unsplash.

En la otra cara de la moneda, y casi con las mismas consecuencias, tenemos el relato del “gran desmoronamiento” (unravelling of living systems), donde el foco y el protagonismo lo tienen el colapso, el desastre, la extinción en masa, y todo aquello que nos provoca escalofríos y parálisis, ese fin del mundo al que que tantísimas películas nos han acostumbrado. Y desde este punto no hacemos nada, nada diferente, porque sentimos que no podemos o que no merece la pena.

Otro mundo es posible… Y yo puedo hacerlo posible

Imagen: Eric Ward, Unsplash.

Y finalmente, dando un paso más allá, podemos sumarnos a la creación de una sociedad que sustenta lo vivo, que pone la vida en el centro y vive en armonía con ella desde una esperanza activa. Este es el relato del “gran giro” (the great turning), donde cobran gran importancia los cambios en la conciencia (percepción, pensamiento y valores). También las acciones de contención (como campañas en defensa de la vida en la Tierra) y los sistemas y prácticas que desarrollamos (nuevas estructuras sociales y económicas, por ejemplo).

Sean cuales sean nuestras limitaciones, siempre somos libres de escoger qué versión de la realidad y qué historia acerca del mundo valoramos y queremos generar.

Pasemos a la acción

Imagen: John Moeses Bauan, Unsplash.

Vale, ahora en serio, ¿tú qué vas a hacer? ¿Te vas a quedar tirada en el sofá lamentándote? Los “hombres del tiempo” también se equivocan. El futuro no está escrito y tu poder de incidencia en el entorno ¡es ENORME! ¡Que se lo digan a los muchísimos animales que se salvan de ser sacrificados cada año gracias a las cada vez más personas valientes que deciden pasarse al veganismo! Dijo alguien una vez que “para que el mal triunfe, solo basta con que los buenos no hagan nada”. Responsabilicémonos.

Con pequeñas acciones cotidianas cambiamos el mundo. Y si dejamos de cargar con la responsabilidad de salvarlo todo, tendremos las espaldas más livianas para poder darnos la mano. Y también disfrutar en comunidad, haciendo pequeñas cosas que, a pesar de las dificultades, y al echar la vista atrás, nos harán sonreír viendo lo mucho que hemos logrado por el camino.

Una invitación final

Imagen: Santosh Verma, Unsplash.

Te invito a que dejes de mirar tu ombligo o a través de las mirillas de otras. Muchas estamos en situaciones complejas e incluso comprometidas, situaciones duras. Hemos perdido el trabajo, a alguien a quien queríamos. Pero eso no puede impedirnos alzar la vista y desear, imaginar, soñar. Hagamos un buen duelo, claro, y luego…

  • ¿Qué quieres hacer?
  • ¿Qué vas a hacer para que tu entorno no sea un basurero?
  • ¿Cómo vas a desplazarte? ¿A qué ritmos te vas a mover?
  • ¿Cómo y de qué vas a alimentarte?
  • ¿Qué tipo de comercio y economías vas a fomentar?
  • ¿Cómo te vas a relacionar contigo y con las demás?
  • ¿Cómo te gustaría vivir en un mundo “post-covid”?

Si te atreves a mirar hacia adentro creativamente y ver cómo ha influenciado este tiempo incierto de cuarentena en tus prioridades y valores, y cuál ha sido tu nivel de resiliencia, te invito a regalarte un tiempo para crear una cápsula del tiempo. Puedes consultar la propuesta que hemos elaborado aquí.

Si te apetece dar un paso más allá, imaginar tu futuro, dónde te gustaría verte en unos meses o años, e investigar los pasos para acercarte a él de manera individual y colectiva, te propongo utilizar el backcasting (retrospectiva desde el futuro o mirada retrospectiva imaginaria). ¡Echa un ojo a esta herramienta que te proponemos, te sorprenderá!

La transición empezó hace años, ¡súmate!

Dejemos el fatalismo paralizador y pongamos de nuestra parte. Pase lo que pase, nadie podrá decir que no lo intentamos. Cada una en la medida de sus posibilidades.

¿Y tú qué vas a hacer? Pasa a la acción después de la pandemia

Imagen: Josh Sorenson, Unsplash.

Que las que no creen en el cambio dejen de interrumpir a las que ya lo estamos llevando a cabo. Sí, hace años que está sucediendo, y es vasto. En nuestras mentes, corazones, y en el planeta. ¿No me crees, aún no te has enterado? Echa un vistazo a la inmensidad de proyectos existentes: iniciativas de Transición en todo el mundo, ecoaldeas y comunidades sostenibles….

Y, sorpresa: tú ya formas parte de ello. Gracias por haber leído este texto, te animamos a seguir indagando, desarrollando, conectando.

¿Y tú qué vas a hacer?

Atrévete a escribir un pedacito de futuro. Sin miedo. No estás sola. Escoge lo que más te llame y te llene, pasito a pasito.

El futuro puede ser precioso si cada una de nosotras mira hacia adelante y se pone manos a la obra con su trocito de puzle.

El futuro será mejor, porque tú vas a poner de tu parte, ¿verdad?

¿Y tú qué vas a hacer? Pasa a la acción después de la pandemia

Imagen: Hkyu Wu, Unsplash.